lunes, 25 de mayo de 2015

Un encuentro y una pregunta del niño al maestro.


ANGUILAS EN LA TOSQUERA.

¿Vos nunca pescaste anguilas?
En la Tosquera hay una espuma blanca,
vas por lo bajito.
ponés el dedo y la anguila muerde.
Y así, ya es tuya, la tenés.
La carne es rica,  blanquita y blanda.
Con Toti vamos los domingos y las traemos.

Tavito abre los ojos oscuros y enormes
para impresionar a una maestra
que no sabe pescar.

¿Vos no sabes pescar anguilas?
Te voy a traer.
Los grandes dicen que la Tosquera es peligrosa.
Yo no tengo miedo,
 voy por lo bajito y la agarro.
Ni carnada uso,  un  dedo  y listo!
Ahí nomás la tenés…

Tavito abre los ojos oscuros y enormes.
El  miedo no es sonso, sabe.
En juegos fabrica espuma
donde el sol de la ciudad
resume  ausencias.


Boceto en birome. Laura Vichi
      Tavito está en segundo grado y es bastante travieso, pero es uno de esos niños que suelen comunicar experiencias al maestro cuando las circunstancias lo permiten. A partir de una propuesta de juego y dibujo sobre sus actividades en los fines de semana, comenzó a contar en clase sus  aventuras en la Tosquera.  Como en tantas otras zonas del conurbano bonaerense, en Quilmes existe una tosquera, una zona de aguas estancadas, profundas y contaminadas, de altísima peligrosidad. Pese a ello muchas veces es visitada por niños o jóvenes que corren un importante  riesgo.
      En las zonas ribereñas los niños conviven con la amenaza de la naturaleza, cuando la sudestada anuncia la inminente inundación,  algo del animismo infantil se expresa en la frase que usan también los adultos: “Sale el rio”. La inundación y su alcance, son  además, línea divisoria entre sectores y vivencias que los chicos conocen bien: “A usted  no  le llega el agua”.  El maestro que no vive en la misma zona sabe que aunque intente acompañar, prestar palabras, es un espectador frente a esa realidad desbordante. Agregaremos que ante ella  tiene la opción de estar más o menos comprometido. 
             Tavito insiste en lo rica que es la carne de anguila y que con ella puede hacerse  una buena cantidad de milanesas. El maestro es ubicado como quien de eso, no sabe. Desde la ternura infantil hay un deseo de comunicar y compartir su mundo. Hay también una donación desde la que se transforman roles. Un niño le enseña a una maestra que no sabe pescar anguilas.
        Sin dejar de pensar en la instancia de prevención y de cuidado del cuerpo, puesto  que efectivamente se verifican accidentes y muertes en las tosqueras, pienso que es importante rescatar el saber hacer de Tavito. No dejarse tomar por las estigmatizaciones desde lo presuntamente deficitario, poder pensar a  niños y comunidades desde sus fortalezas y posibilidades, está vinculado con el concepto de resiliencia. Este concepto designa que no todas las personas atravesadas por privaciones, por situaciones de riesgo o traumáticas en la infancia y en el contexto social,  sufren inevitablemente  enfermedades o desórdenes en su organización futura. Por el contrario, muchos superaban la situación y hasta pueden resurgir fortalecidos de ella.
         Las investigaciones sobre las condiciones favorecedoras de resiliencia ubicaron la importancia para esos sujetos de la presencia de alguien con quien contar. Como lo resalta Aldo Mellillo,[1] todos los estudios comprobaron que en la vida de las personas  resilientes, estuvo presente un vínculo contenedor, constante e incondicional con un adulto significativo:

« comprobaron que la influencia más positiva para ellos es una relación cariñosa y estrecha con un adulto significativo. O sea que la aparición o no de esta capacidad en los sujetos depende de la interacción de la persona y su entorno humano ».

         Llobet y Wesman[2] señalan que la resiliencia:

«no es un rasgo de personalidad., sino que las personas son actores y fuentes de las adaptaciones resilientes, y las familias, escuelas , comunidades, servicios de salud y sociales, son el escenario de promoción de resiliencia, y pueden propiciar y proveer (o no) el despliegue de los factores protectores ».

       Como a otros alumnos  pude reencontrar a Tavito en el contexto barrial,  ahora Gustavo;  me cruza casi 8 años después manejando una moto para un servicio de delivery. Fue él quien me reconoció para saludarme muy afectuosamente. En una charla breve me cuenta que está en pareja con una chica de su edad y tiene una niña pequeña.  Terminó en su tiempo la escuela  primaria y estudia la secundaria en una escuela nocturna.  Me trae alegría y cierto alivio que estudie, trabaje  y  mantenga las marcas de aquella expresividad tan afectiva.
         Pocas tareas insumen tanta energía como el quehacer docente. Trabajar en  diferentes contextos, debe ser para el maestro o profesor  una experiencia elegida, asumida  desde un compromiso particular y vinculable a un registro placentero, en el que esté vigente el  deseo de seguir apostando al encuentro con los niños y su comunidad. 
     Pequeñas marcas que hacemos y nos permiten hacer, marcas del pasaje por la escuela y el encuentro con los niños,  donde nosotros también nos transformamos. Se trata de rescatar la importancia del vínculo,  instancia central como posibilitadora del acto educativo.
     Se trata de aceptar el desafío y descentrar  la mirada, de conmover representaciones, problematizar saberes previos para atreverse a una tarea tan valiosa como necesitada de cuidado, ligada a aquello  que transmite Tavito con su pregunta:
      ¿Vos sabés pescar anguilas?


[1]  Melillo; Aldo. Resiliencia en Revista de Psicoanálisis Ayer y hoy. Nº1. Pág. 1.
[2] Llobet, Valeria. Wegsman, Susana. El Enfoque de Resiliencia en los Proyectos Sociales  en Revista de Psicología de la Universidad de Chile Vol. XIII, Nº 1: Pág. 143-152. 2004


María Victoria Fabre