martes, 2 de diciembre de 2014

Agua Viva. "Más que el instante quiero su fluir"

Sin título 1975. Clarice Lispector


“Debería existir una pintura  completamente libre de la dependencia de la figura-el objeto-que como la música no ilustrara nada, no contara una historia y no motivara un mito. Tal pintura se contentaría con evocar los reinos incomunicables del espíritu, donde el sueño se torne pensamiento, donde la línea se vuelve existencia”

Michel Seuphor  
         
        Ocuparse del mundo, en portugués, tomar conta,  es cuidarlo amorosamente.
        Abrigándolo en la voz de una pintora  que mientras escribe intenta  apresar el instante, Clarice Lispector procura decir  la cosa, recorre objetos y situaciones para atisbar su propia interioridad. Lo que une lo desemejante. Lo que fluye de la vida.
        Literatura y plástica son las dos vías en las que Clarice construye el puente entre interioridad  y mundo. En Agua Viva, su novela publicada en 1973, habla una mujer que centralmente pinta, pero  va a buscar en las palabras, en la escritura,  una  cuarta dimensión.

        “Cuando vengas a leerme me preguntarás por qué no me restrinjo a la pintura y a mis exposiciones, ya que escribo tosco y sin orden. Es que ahora siento necesidad de palabras- y es nuevo para mí  lo que escribo-  porque mi verdadera palabra ha sido hasta ahora intocada” 

        Palabras plenas, para nombrar el mundo,  darle existencia,  reconocerse en  esa existencia más que  describirla.

        “Quiero poner en palabras pero sin descripción la existencia de la gruta que pinté hace algún tiempo, y no sé cómo. Sólo repitiendo su dulce horror, caverna del terror y de las maravillas, lugar de las almas en pena, invierno e infierno, sustrato imprevisible del mal que está dentro de una tierra que no es fértil. Llamo a la gruta por su nombre y ella pasa a vivir con su miasma.”
       “Y si muchas veces pinto grutas es porque son mi  inmersión en la tierra, oscuras pero nimbadas de claridad”
 
Gruta 1960. Clarice Lispector


                                                 
         La obra pictórica de Clarice Lispector se compone de 16 trabajos muy cercanos al expresionismo abstracto. No hay anécdotas ni figuraciones. Se trata del uso de los elementos constitutivos de la imagen plástica para testimoniar un estado del ser, marcar la impronta de su existencia singular  en este mundo. Trabajo que es también una experiencia física, erógena.

       “Te escribo toda entera y siento un sabor en ser y el sabor en ti es abstracto como el instante. Es también con todo el cuerpo que pinto mis cuadros y en la tela fijo lo incorpóreo, yo cuerpo a  cuerpo conmigo misma”

        Existe una dimensión epistolar en la novela Agua Viva, donde el diálogo interior convoca a un tú,  el lector o el amante, quienes  ausentes o distantes traccionan el fluir del lenguaje. Ofrenda que  invita a reconocer en nosotros lo que fluye de la vida.

                                                                                                                           María Victoria Fabre


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